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miércoles, 13 de abril de 2016

De niña a mujer

Otro día más en la secundaria, me descobijo.
-Tengo que ir -me cobijo y digo-  -No, no tengo que ir.
Después de regalarme cinco minutos de sueño, logro levantarme de mi cómoda cama.
Estoy cansada, con los ojos cerrados cepillo mi cabello; estoy imaginando que se ve bien, que solo necesito unas pasadas, pero cuando los abro parezco un león (hay friz en todos lados).
Para variar me toca inglés, sé que es una estrategia educacional.  Que mis profesores piensan que por las mañanas mi mente está fresca y hambrienta de conocimiento, como mi estómago.
Comienzo a cambiarme. Empiezo por las medias largas y blancas, me gusta subirlas al ras de las rodillas; la mayoría de mis compañeras las usan abajo (supongo que hay que mostrar la pierna pero a mí me da frio y también me da igual).
Después, mi lindo conjunto interior rosa palo << ¡Rosa palo!>>. Ja, ja, ja, eso suena como albur o como título de novela.
–¿ya estas lista? -mi mamá toca la puerta con una desesperación-
Aún con esa presión no pierdo la calma y le contesto con un sutil: – ¡Voy!
No quiero comer nada. Me duele el estómago, no sé qué diablos me hizo daño; ayer cené algo ligero, solamente bebí un vaso enorme de jugo de naranja.
-Ya llegaron por ti -escucho con tono chiqueado a mi hermana menor (ella suele madrugar para ver las caricaturas)
Subo al auto del papá de mi mejor amiga, me gusta su color rojo quemado. Intento no quedarme dormida. Vanessa, mi mejor amiga viene cantando, así que creo que será imposible.
Al abrir la puerta del automóvil, mi pie derecho toca primero el pavimento, al hacer este movimiento noto que por mi pierna corre sangre y ésta se estampa al llegar a mi calceta blanca.
Bajo la otra pierna. -¡Demonios! ¿Dónde me corte?
No me duele nada, (viene de entre mis piernas). Ya me manché la calceta; volteo al sillón del auto por si acaso lo manché, pero no… Doy un paso más y algo escurre.
-¡Demonios! -le digo a Vanessa, que me mira apenada y me dice al oído:
–“Ya eres una mujer”.
-¿Mujer?…  ¡Siempre lo he sido!, ¿A qué se refiere?
Ella me lleva al baño. A cada paso que doy, aprieto mi entrepierna (tengo miedo de que me salga más sangre); Entro al baño y veo toda mi pantaleta manchada. ¡Dios mío! ¿qué me paso?
Vanessa me dice: -Relájate, iré a la enfermería.
No podía seguir así… quería llorar, sentía vergüenza (no sabía que me estaba pasando). Vanessa no demoró para mi fortuna y me paso por debajo de la puerta una bolsita verde.
-¡Úsala!
-Vanessa, no se usarla. -Soy inteligente, supongo que esto va en la pantaleta pero… ¿y mis calcetas? siento un abrupto dolor arriba de mi pelvis, es como si me estuvieran presionando con 100 fajas-.
-¡Cólicos! ¡Son cólicos! -grita Vanessa- como si  ella estuviera pasando el mismo dolor que yo, (creo que tengo que ir al médico).
-Vanessa, esto no es normal.
-¡Claro que es normal!, solo que tu madre no te explico nada sobre esto. –menstruación.
-¡¿Menstrua, qué?!
-Pero tranquila, le pediré al rector que le hable a tu madre.
-¡¡NO!! mejor háblale a la enfermera, anda.
La enfermera toca mi puerta y salgo (con pedazos de papel me traté de quitar las manchas). Me decía muchas cosas pero solo reaccioné hasta que dijo
-Tu papá ya viene para…-  ¿Papá? ¿en serio? ¿Lo sacaron del trabajo?
-¡No!  -dije rápidamente-. -Tengo demasiada vergüenza para que él venga (pero bueno creo que es mejor que esto quede entre familia y no que toda la secundaria se entere).
La enfermera le indica a Vanessa que se vaya a clases (supongo que ella me llevará a la entrada). Mientras caminaba, observaba el color rojizo que quedo en mis piernas a pesar de haber tallado con fuerza. Amablemente la enfermera me dio una bata para ponérmela arriba del uniforme (que me llegaba cerca de los tobillos), así no se verían las manchas en las calcetas, pero cuando me la coloqué… me sentí observada por varios alumnos e incluso compañeras de mi grupo.
Fue eterno llegar a la entrada, ahí estaba mi padre; corrió, me abrazo y se dirigió a la enfermera.
-¿Qué le pasó? ¿Todo está bien?  -La enfermera no le había dicho nada sobre mi menstruación, solo le dijo: -Llévela a casa y que se prepare un té. Me llevé la bata. Temía manchar otra cosa; en cuanto subí al auto prendí el estéreo a un volumen adecuado para no escucharlo, <<insisto>> tenía mucha vergüenza.
Creo que ya lo sospechaba y fue prudente pues no dijo ni una sola palabra. Al llegar a casa me abrió la puerta del auto y me avisó que tenía que regresar al trabajo.
Estaba sola en casa; comencé a investigar por mi cuenta, pues mi madre llegaría hasta la cena. Y fue así que descubrí  lo que me pasó, y no es que ahora sea una mujer. Esto nos ocurre a todas las mujeres o a la mayoría… y será cada mes.

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