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lunes, 2 de mayo de 2016

Los árboles

Mi dedo índice guiaba cada renglón del libro “Patrimonio de la Humanidad”; estaba rodeada de papeles con apuntes, mi bolsa se había caído al suelo y con ella mis pertenencias pero no me había tomado la molestia de levantarlas.

Me apuntaron con una linterna; me encontraba hasta el fondo de la sección de Cultura y me encandilo la luz (ya que yo sólo tenía una lámpara pequeña que apuntaba a los textos del libro).

—Disculpe, ya se terminó el servicio de la biblioteca, mañana la esperamos-. Cerré los libros, junté mis papeles, levanté mis cosas del suelo y salí (mañana tendría un examen difícil).

Saque el teléfono de mi bolsa… apagado. ¿Cómo iba regresar a casa? ¿Cómo le llamaría a mi padre?

Estaba recargada en la entrada de la biblioteca, me gusta su estructura (todo es de cristal). Un guardia se me acercó y me pidió permiso para cerrar las puertas.

Prendí un cigarrillo… tenía miedo, pues tenía que cruzar un parque repleto de árboles enormes. Por la mañana ese escenario no era tenebroso, podías hacer un picnic, pero a estas horas para cruzarlo debías ser más valiente; respiré hondo y caminé. No tenía otro camino alterno para llegar al teléfono público, tenía 15 años y no sabía cómo regresar a casa. Apague mi cigarro y me adentré a la peor experiencia de toda mi existencia.

Tronaba mis dedos, daba pasos tensando las rodillas, estaba a punto de llegar cuando sentí un aroma distinto; me rodearon dos hombres, uno tapó mi boca con un pañuelo (estaba empapado de una sustancia que desconozco), tontamente los empujé e intenté caminar para enfrente. Gritaba, pedía ayuda… ¿Acaso los guardias de la biblioteca no podían escucharme?

Me tiraron, uno de ellos tenía una gorra y el otro tenía los ojos azules; pude notarlo, no sé cómo pero pude hacerlo. El de gorra comenzó a quitarme los pantalones mientras el otro inmovilizaba mis brazos.

—Eres una niña sucia — me decía el otro imbécil, después besaba mi frente y jalaba mi busto con fuerza hacía arriba, mis pantalones no bajaron por completo (mis apretadas botas no los dejaban), aun así se colocó entre mis piernas, las estiro más hacia los lados y me penetró; lloré y apreté los puños, les suplicaba que pararan pero ellos seguían forzándome.

Se escuchaba el crujido de las hojas y como se rompían mis pantalones. El tipo abría más y más mis piernas… uno de ellos dijo que era su turno (ahora el que tenía los ojos de color azul) se montó e introdujo su miembro en mí; ambos comenzaron a darme cachetadas y después golpes en las costillas y la cara (esta es la segunda vez que lo hago, la primera vez que conté esto fue en la delegación).

Ellos reían, se bofaban, gemían, se vanagloriaban. Yo solo lloraba, ya no tenía fuerzas, se llevaron mis cosas, se llevaron mi alma.

Un llanto taladró mis oídos, ya no sentía lo frío de la tierra, estaba en una camilla, algo o alguien movía mi cuerpo, tiré un golpe intentando defenderme aún, eran paramédicos.

— ¿Dónde la encontraron?, esa y más preguntas escuchaba, era la voz de mi padre. Mi madre tomaba mi mano y comenzó a cantarme (lloraba y maldecía). Estuve varios días en el hospital, no quede embarazada, me rompieron varias costillas.

No quería ver a nadie cuando me dieron de alta, solo fui a dar mi declaración; varios periódicos me buscaron, ¿Acaso querían que transmitiera cómo se siente que alguien te viole? ¿Ahora si querían prevenir? ¡¿Dónde carajos estaban los guardias?!

Me encerré por semanas en mi habitación (para poder descansar debo tener las luces prendidas). Ahora estoy tomando terapia y esto es parte de ella; no entiendo por qué a mí, me quede en la biblioteca estudiando para un examen, no entiendo qué clase de cosa hice para merecer esto. Todos dicen que saldré adelante de esta experiencia, ya han pasado años y sigo sin encontrar un motivo suficiente… para perdonar y superar.

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