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jueves, 5 de mayo de 2016

Uno no es ninguno

Después de 48 horas de descanso, vuelvo a mi turno. Saludo a mis compañeros, veo a mi Amada esposa por un instante… le regalo una sonrisa y camino hacia mi área.

-¿Estas despierta? -muevo a mi compañera Ana, la cual tiene los codos en la mesa y su cabeza agachada-.

-¡Sí!, no grites. ¡Siempre has de venir con tu buen humor Galván! -Yo, sólo pensaba en la historia complicada que tenía el día de hoy-.

 Tengo un paciente con obesidad mórbida, pesa alrededor de unos 170 kg (quizá más). Es padre de dos niños (de quince y diez años), tiene una esposa irresponsable. Hoy, ellos esperan algo de mí, algo que ningún enfermero tiene que hacer. Esperan que le de unas palabras de aliento y/o de esperanza, pero no siento en lo más mínimo aliento; ésta situación me llena de rabia pues sé que se pudo evitar.

La sociedad nos critica, trabajo en un hospital donde los recursos son pocos, piensan que nosotros los dejamos morir, las personas se plantan afuera del hospital y ahí pasan días y días.

¡Sí!, existen personas que solo ocupan un lugar, tengo un paciente que tiene una fractura en el dedo (una pequeña fractura), y esta postrado en una camilla esperando cirugía cuando podría estar en su casa.

¡Ni hablar, de los materiales que tenemos!, las camillas antañas, la falta de sabanas. A veces suelo comprar: jeringas, algodón, alcohol, entre otras cosas…

A todas horas llega la desesperación y los gritos disfrazados de personas, al área de urgencias. Olvidan que cuando sucede un accidente solo tienes de dos sopas: Morir o vivir; y que estés consiente te da una gran ventaja para la segunda opción.

Ahora estoy entrando a la habitación… la irresponsable esposa está tomándole la mano a su moribundo esposo. A su lado, abrazando su espalda y cintura esta su hijo de 10 años. En la puerta esta su hijo de 15. Esto no será literal para muchos, pero realmente huelo el arrepiento. Hace semanas iba a golpear a aquel adolecente, le grito a su padre: “Ojala estuvieras muerto, eres una carga” creo que jamás pensó, que algunos deseos se cumplen.

Observé aquel cuadro triste. ¿Cómo es posible que llegues a ese peso y no hagas nada? seguía pensando. No resistí y salí.

Espere a que la familia saliera, abrace al hijo menor, le di una palmada al niño mayor, y a la esposa solo le di el pésame por adelantado. Entre al cuarto y hable con él.

A la media noche pude ver como sus latidos se detenían… me quede con él, hasta que murió.

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